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Ignatius nació en una granja en las afueras de Florín. Sus principales pasatiempos eran comer panceta y atormentar al muchacho que vivía con él: "Puto inquilino, abrillanta mi silla de montar. Quiero ver mi rostro reflejado en ella."

jueves, mayo 25, 2006

perico

Uno de los días más inquietantes de mi adolescencia (y, por extensión, de mi vida) fue el 19 de julio de 1988. Andaba recorriendo mis dieciséis veranos y había una chica que, además de gustarme (personalmente), no paraba de devorarme con los ojos e, incluso (a veces), con la mirada.

La moza en cuestión se llamaba Arancha y tuvo el dudoso honor de ser la primera chica a la que besaba, en plan beso (acontecería días después, en el kilómetro cuarenta y cuatro de la N-I, o, mejor, debajo de la N-I, a la sombra de un romántico puente de la susodicha autopista, con un incomparable cielo estrellado...).

A primera vista, sospecho que se puede entender mi inquietud: adolescente de 16 tacos, virgen incluso en lo que a morreos atañía, hormonalmente normal, con una chavala de buen ver, aparentemente por la labor (de besarle (hasta entonces meta vitalmente inalcanzable)), etc.

Pero eso no supuso nada excesivamente grave. No negaré que andaba yo un poco removido por la situación, pero ese verano todo podía ocurrir. Esa estación estaba siendo mítica por otro motivo: las siestas habían desaparecido y todo era alegría, hasta que, escuchando a José María García, llegó a mis oídos la fuente de mi mayor inquietud: Perico Delgado (que estaba ganando, por fin, el tour de calle) había dado positivo en un control antidoping.

No me lo podía creer. Es cierto que el asunto Arancha me tenía un poco descolocado, pero nuestra evidente victoria en el tour me confería una confianza y una tranquilidad definitivas.

Esa tranquilidad desapareció, aunque, al final, unos días después me liaría con Arancha y Perico ganaría mi primer tour de Francia (gracias a las desavenencias entre la UCI, la organización del tour de Francia y la federación internacional (creo recordar)).

Desde ese día (y hasta ayer) estoy en contra de los controles antidoping en el ciclismo. Me toca especialmente los cojones que tengamos a Gurpegui jugando tranquilamente, mientras que a Heras se le fulmina la carrera (por no hablar de Pantani o el Chava). Los jugadores de la NBA tienen permiso para no pasar un puto control en los putos juegos olímpicos, mientras que un pobre ciclista está siendo vampirizado cada veinte segundos. No sé que hubiese sido de mí si nos llegan a mangar ese tour...

Pero todo esto cambió ayer, cuando me enteré de que habían arrestado a Manolo Saiz por temas relacionados con el dopaje. Creo que hay pocos tipos que me caigan peor que el capullo del Saiz, que osó enfrentarse a nuestro épico Indurain, así que mi cambio de parecer puede estar algo concicionado por su implicación en tan turbio asunto.

El exdirector de la ONCE es el pringado por excelencia del deporte (después de Alonso (¡controles antidoping en la fórmula uno ya!)).
Así que, desde ayer, he decidido convertirme en un talibán de la pureza en el ciclismo. ¿Qué se puede esperar de un deporte cuyo grito de guerra es: perico, perico?

¡¡CADENA PERPETUA PARA SAIZ Y MUERTE A RONALDINHO!!!

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

ay, ay, Perico.

Sr. Ignatius, le recomiendo leer esta entrada para conservar ese odio tan sano que le tiene al ovetense sin cuello.
http://pierrenodoyuna.blogspot.com/2006/05/el-prximo-sainz.html

10:16 a. m.  
Blogger Ignatius said...

agradezco la recomendación de tan amena, mesurada, atinada y acertada lectura.
Alonso el próximo Sainz... ¡Que bella imagen!
En fin, a pesar de todo lo leído, sospecho que en algún momento me explayaré al respecto( a dos o tres paradas, ya veremos)

8:45 p. m.  

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