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Ignatius nació en una granja en las afueras de Florín. Sus principales pasatiempos eran comer panceta y atormentar al muchacho que vivía con él: "Puto inquilino, abrillanta mi silla de montar. Quiero ver mi rostro reflejado en ella."

domingo, marzo 16, 2008

Putadas italianas (continuación)

Existen multitud de formas diferentes de medir el tiempo. Varios estupendos ejemplos nos los da la vida de Galileo. Parece ser que comprobó el periodo de oscilación de un péndulo contando los latidos de su corazón en la catedral de Pisa, mientras observaba un botafumeiro o similar. Mucho más divertida era la forma en que controlaba el tiempo en sus experimentos sobre la caída de los cuerpos. Hijo de músicos, el mismo era un buen laudista. Para calcular el instante en que caía una de sus bolas (sujeto experimental), tocaba una melodía y contaba las notas que había interpretado hasta que la bola había llegado al lugar de destino.

Más allá de Galileo, tenemos cientos de relojes, calendarios, clepsidras, pulsars y demás. Pero también es interesante la medida subjetiva del tiempo y para eso nada como las costumbres: los anuncios navideños, los coleccionables de septiembre, los fichajes de agosto, la canción del verano o las hemorroides de el puto inquilino. Lugares comunes que nos indican en qué fecha nos hallamos del año.

Y luego están los medidores subjetivos personales. Esos que sólo podemos entender cada uno. Para mí, últimamente, empieza a surgir la figura del viaje de fin de curso. Oteando el marchito blog, observo que mi última etapa fructífera en el mismo coincidió con mi retorno del viaje del año pasado y no me resisto a contaros las putadas de este año. Es cierto que han habido sucedidos y, sobre todo, sensaciones que merecen muchas más letras, pero me sigo guiando por los consejos de mi abogado sobre desvelar públicamente mis amores adolescentes. Así que voy con las putadas, también conocidas como bromas.

Al contrario que el año pasado, en que los chavales iban todo el rato con la mosca detrás de la oreja (lo que nos llevó a una broma retroactiva (ver capítulos anteriores)), este año el grupo era la candidez global cósmica. La verdad es que hemos desaprovechado una ocasión única para triunfar con nuestras putadas, pero tampoco hay que abusar.

Hicimos un par de clásicas: los cuernos del Moisés de Miguel Ángel, lejos de representar los rayos de la divinidad, aludían a motivos de la vida de Moisés (il cornutto de la Biblia) y a sucedidos de las vidas de los propios Miguel Ángel y Julio II (tuvimos que acudir a un primo de éste, al que su mujer había puesto los cuernos con Miguel Ángel, ya que la guía local se vio incapaz de ensuciar el nombre del casto papa). La otra clásica fue ponerles a buscar el símbolo de Benetton en la portada de la Catedral de San Marcos (por aquello de ser Venecia la capital del Véneto). Pero las que se han llevado la palma han sido las nuevas.

La primera la perpetramos en Siena. Les contamos cómo Julio Cesar, después de su primera guerra en las Galias, había hecho desfilar a su ejercito en la medieval (esto no se lo dijimos) Piazza del Campo, justo antes de llegar a Roma, donde fue recibido con todos los honores y nombrado emperador. El incauto Cesar no hizo lo mismo después de la segunda guerra (??). Al llegar a Roma fue asesinado. Por este motivo, es costumbre que todos los viajeros que pasan por Siena, camino de Roma, desfilen por la Piazza, haciendo una reverencia ante la puerta del ayuntamiento, lo que no hizo Cesar, pero adorna el vídeo. Estuvieron estupendos (hasta daba pena grabarlos (gggg)).

La segunda fue más elaborada. De hecho empezó a preparase en Madrid, en la mercería de al lado de mi casa, donde compré nueve metros de cinta de colores (negro, verde, rojo y amarillo). Con ayuda de unos trozos de velcro, hice una cinta de unos veinte centímetros para cada uno de los chavales. Cuando empezamos la visita por el Coliseo, les contamos que la cinta era el distintivo del grupo y que la tendrían que llevar en un lugar bien visible, a ser posible en la oreja, prendida del auricular que teníamos que portar durante la visita. El éxito fue clamoroso (casi la tercera parte las llevó directamente en la oreja y el resto las lució en zonas claramente oteables -como también demuestra el vídeo). Curiosamente, ninguno de mis queridos alumnos se extrañó al no ver semejantes distintivos en ninguno de los grupos de turistas con los que nos cruzamos.

Para ahondar en el cabronismo, hemos decidido no contarles nada y esperar a que lo vean todo en el vídeo. Claro que están un poco moscas, después de que lo único que les preguntaron los de segundo de bachillerato era que cuál había sido la broma de este año.

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