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Ignatius nació en una granja en las afueras de Florín. Sus principales pasatiempos eran comer panceta y atormentar al muchacho que vivía con él: "Puto inquilino, abrillanta mi silla de montar. Quiero ver mi rostro reflejado en ella."

jueves, enero 04, 2007

Año gastronómico

Tras cuatro días de 2007 parece llegar el momento de mirar adelante, de empezar a poner en práctica los propósitos de año nuevo, de alterar las malas costumbres y de empezar a abrazar las buenas. Los primeros festines culinarios del nuevo año ya han sido recibidos con entusiasmo (si tienen ocasión, no dejen de visitar “la cuchara de San Telmo” en el casco viejo de San Sebastián y degusten cualquiera de los manjares que se ofrecen con cerveza sorprendentemente mal tirada –carrilleras, croquetas de ternera, foie con crema de manzana, tempura de bacalao…). Pero voy a hablar de los del pasado año.

El rey absoluto fue, sin lugar a dudas, el chuletón de buey. No quiero desmerecer otros momentos estupendos, como los dos cocidos blancos, la navajada brutal, el marmitako de Ina, la sobreingesta de panceta en el territorio del esquiador rojo, la sopa de marisco de Tazones, el escalope Armando, el J-35 del Hong o la mariscada a domicilio. Pero el ganador absoluto fue el ilustre pedazo de carne. Su momento álgido fue la primera quincena de agosto. El lugar, Viveiro. El paraíso, el restaurante O asador, sito en la mencionada localidad lucense. Sus dimensiones, pantagruélicas. Su origen no es gallego, sorprendentemente: el buey resultó alemán…

Un chuletón de verdad debe superar con generosidad el kilo de peso (expertos consultados sitúan su peso ideal en los mil quinientos gramos) y debe ser servido ya cortado en pequeñas tiras (de unos dos o tres bocados), pero respetando la forma original del mismo. De esta manera podremos deleitarnos ante la delicada anatomía del glorioso animal, justificadamente sacrificado. Un vistazo de cualquiera de las tiras nos permite visualizar las tres partes del buey que nos han hecho tan felices en numerosas ocasiones: separados por dos vetas de la más deliciosa grasa animal, después de la panceta, observamos el filete, el entrecot y el solomillo, a medida que nos acercamos al imponente hueso que debe jalonar todo chuletón que se precie.

A la fuente de carne deben acompañar un pequeño recipiente con sal gorda y una piedra o fuente al fuego, que nos servirá para calentar la carne. Cada tripalari tiene sus usos y sus gustos. En mi opinión, la carne sólo debe calentarse, aunque algunos prefieren estropearla, pasándola más de la cuenta sobre el crepitante sebo que rocía la fuente. Respecto a mis usos, debo reconocer que el chuletón supone todo un reto intelectual. Mi máxima gastronómica, que aplico a todos los manjares que ingiero consiste en dejar lo mejor para el final, para obtener un deleite creciente. El chuletón no permite una simplificación de tal calibre. Si dejas lo mejor para el final, el disfrute puede no ser el mismo, por la sobredosis proteínica acogida en nuestra panza. La comida se convierte en un complicado jeroglífico. Cada pieza debe ser elegida con cautela y reflexión, de manera que respete el inestable equilibrio entre la excelencia de la pieza y el nivel de rellenado estomacal. El inicio del rompecabezas gastronómico suele adornarse con algún grito de ánimo (“¡POR LUGO” es una fórmula de lo más adecuada). La conclusión del manjar debe ir acompañada de lágrimas de felicidad y orgullo por la tarea bien completada.












Dejo diez líneas de silencio en honor a tanto gozo. En el plano casero, más allá de los mencionados cocidos y navajas o la novedosa sopa de pescado –que me permitió volver a creer en el amor-, el descubrimiento gastronómico del año ha sido la fascinante rúcola (o rúcula), maravillosas hojas verdes de un sabor inesperado e inquietante. La incredulidad, el estupor y la capacidad de asombro tienen un poderoso aliado en este estupendo manjar. Aderece sus ensaladas y, sobre todo, degústela junto a un fino carpaccio de ternera cubierto por copos de queso grana padano y regado por una fina lluvia de aceite de oliva virgen…

Os dejo, las lágrimas me impiden continuar.

11 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Su silencio es el mayor de los halagos, ptolo (siento lo del vino (aunque siento aún más lo de la cerveza))

6:31 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

A ese chuleton me lo tienes que presentar , muchacho

11:09 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Es sacrilegio, tonteria o ambos preguntar por el primer plato y el postre del chuletón

1:49 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

No , no en absoluto. De primero una ensaladita con panceta para rebajar ,y de postre ...bueno a mi no me va mucho eso del postre, pero creo que unas filloas sería lo mas apropiado.

8:45 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Pues no, os equivocais.

De primero una sopita de marisco o pescado para calentar el estomago. Despues unas croquetillas caseras, unas setas en revuelto, tortillita de bacalao, una ensaladita de ahumados.... Algo ligero. Pero mucho.
Y de postre una buena tarta satcher, de las "soy un truño de chocolate y te pesara haberme comido".
Comida ideal donde las haya.....(o roble)
Yo, por otra parte, me veo obligado a discutir un punto: el txuleton debe estar hecho, no meramente calentado, salvajes, que sois unos salvajes.

12:36 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

querido dudley, eso está hecho (a menos que plantee conflictos)

estimadérrimo elpep, ya he hablado sobre el tema de los gustos. Cada cual disfruta de la carne de una forma determinada. Lo importante es saber que te puedes deleitar con la misma aunque esté estropeada.

Otro postre menos salvaje son las texturas de chocolate: una piramide de doce metros de altura, formada por obleas de chocolate negro, que separan distintos helados y muses (mousses (envido)), todos de chocolate en distinta gradación cromática del blanco al puro. El conjunto es una gozosa visión del espectro atómico del cacao...

pd: por cierto, saludos de una lubina a la plancha de la Traina (pez-tacular!) (me he levantado (hace dos minutos) con el chiste tonto, lo siento).

1:03 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

La carne a de estar tostadita por fuera y roja por dentro , no es asi muchacho?
Quien no siga esta regla básica , que se pase a la cinta de lomo!

1:38 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

El clasico error, joven Smith.

Que la carne se llame carne roja no quiere decir que la susodicha se deba quedar roja, el que busque eso que se refugie en la cinta de lomo (asi si).

Ah, las texturas de chocolate.... Que recuerdos. Texturas pesadas y gruesas, todas ellas, con esa mus que si te cae encima te puede matar... Alternativa valida, sin duda.
Salude ud a la joven Lubina, Ignatius. El chiste.... guau.

2:01 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

amigo elpep, acepto su entusiasmo hacia el chiste, pero discrepo de su apreciación con respecto al comentario de dudley, así como discrepo del propio comentario de dudley.

La carne caliente y roja, nada de tostada (¿por qué estropear los bordes?). Os lo digo con conocimiento de causa (actualmente me hallo digieriendo uno).

Respecto a la cinta de lomo, estoy con el señor Smith.

7:32 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Todo el mundo sabe que el chocolate ayuda a hacer la digestión, y si no te ayuda es por que tienes algo sucio que ocultar, y no mereces mas que cinta de lomo. Como lo oyes , muchacho

10:55 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Esparragos gordos y queso con membrillo

7:10 p. m.  

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