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Ignatius nació en una granja en las afueras de Florín. Sus principales pasatiempos eran comer panceta y atormentar al muchacho que vivía con él: "Puto inquilino, abrillanta mi silla de montar. Quiero ver mi rostro reflejado en ella."

viernes, julio 28, 2006

La de Dios (cuarta parte)

(Último episodio)

Mi encuentro con Dios hizo que mis nervios desapareciesen durante el viaje. Aunque volvieron en cuanto bajé del bus y la vi junto al Oso y el Madroño. Estaba, como no podía ser menos, estupenda. Además, seguía siendo un encanto. Obvió mi primer cuarto de hora de tartamudeos ininteligibles y soportó con su maravillosa sonrisa una hora de disertación sobre el cómo y el porqué de los últimos resultados del Madrid en la pretemporada. Afortunadamente, las cañas fueron realizando su misión tranquilizadora y, a partir de la sexta, la conversación alcanzó un nivel digno de ella. Su mirada era de lo más sugerente y estuve a punto de comentarle mi nueva habilidad con los condones, pero me contuve a tiempo, más por sorprenderla que por seguir los consejos que dicta la prudencia. Durante unos minutos discutimos sobre cuál sería nuestro siguiente paso. Esta vez sí me plegué a los designios de la moderación y acepté ir a bailar como preámbulo de la única cosa que tenía en mente. Después tuvimos una agradable disquisición, que presagiaba el mejor de los finales para esa noche, sobre quien debía tomarse la última aceituna. Al final resulté vencedor y la convencí para que fuese ella. Maldita la hora. Observé como la cogía coquetamente y se la llevaba a los labios con un brillo de lascivia en sus ojos. La introdujo en su preciosa boca y sacó la lengua casualmente, lo que me llevó directo a la visualización mental de un bocata salami, única imagen que consigue refrenar mis habitualmente acelerados ímpetus. La visión del asqueroso fiambre consiguió evitar un delator lamparón en mis pantalones blancos.

Perdí de vista el sucedáneo del salchichón por un alboroto externo. Unos gritos amortiguaban un espectacular ataque de tos, sacándome de mi ensoñación. Allí estaba ella, sin brillo en su mirada, llevándose sus delicadas manos a sus encantadores pechos sin una dosis de delicadeza ni encanto. Su rostro convulsionado me miraba con terror, mientras unos cuantos espumarajos me golpeaban, procedentes de su ansiada boca. Su tez fue adquiriendo un tono rojizo a medida que la tos crecía. Sus evidentes signos de asfixia fueron corroborados por lo violáceo de su piel.

Yo no acertaba a hacer nada. Un tipo que andaba por allí tomó el papel de héroe salvador y la cogió por los brazos, estirándolos hacia arriba. La tos siguió creciendo, por lo que el hombre cambió de táctica y la sujetó fuertemente por el torso, intentando forzarla a expulsar de su esófago el vil fruto del olivar, gesto que no aprecié en demasía, ya que sus musculosos brazos aferraban a mi amor por la adorada zona pectoral. A duras penas conseguí despejar los celos e intenté hacer algo útil, levantando las sillas que habían caído durante el altercado. Mi chica cerró los ojos, sin haberse librado de la oliva asesina y el tipo seguía con su abrazo, que había perdido firmeza, aunque no intensidad, como observamos el que escribe y la acompañante del heroíno, cuya inexistente pechera me hizo alumbrar una cierta indulgencia a los toqueteos del gallardo macho hispánico.

Mi sueño cayó al suelo, sin poder respirar y el hombre intentó seguir aprovechando y se dispuso a hacerle el boca a boca. Hasta ahí podíamos llegar, se debió decir su escueta compañera, y de un fuerte empellón me dejó el camino libre para que yo pudiera hacer lo que tenía que hacer. Lamentablemente, mis años de visualización de Los Vigilantes de la Playa no habían sido suficientemente instructivos, principalmente por mi falta de atención a los aspectos educativos de la exuberante teleserie. Aún así hice lo que pude, hasta que fui empujado por otro hombre. Al principio forcejeé con él, pensando que quería aprovecharse también, pero cuando enfoqué mi vista en su atuendo, decidí dejarle hacer.

El facultativo me dejó ir en la ambulancia bajo la falsa afirmación de que la chica en cuestión no era sino mi adorada esposa.

Las horas en urgencias se me hicieron eternas. No podía creer en tanta mala suerte y me esforzaba en no pensar en cierto casposo individuo que ahora debía estar pasándolo en grande con mi desdicha.

Finalmente, un médico enfundado en una deslumbrante bata blanca acudió a mí con expresión circunspecta. Balbuceó un lo siento, me entregó una aceituna encogiéndose de hombros y golpeando los míos. Yo no sabía que decir, por lo que agradecí la interrupción de una enfermera que berreaba a voz en cuello, exigiendo la presencia del doctor al instante.

El hombre me miró compungidamente, se dio la vuelta y volvió hacia el quirófano. Instantes después reaparecía con una sonrisa de hiena, proclamando que sin duda se trataba de un milagro, ya que jamás, en su dilatada carrera como matasanos de urgencia, había visto una recuperación tan asombrosa. Yo no lo podía creer.

Con no pocas dificultades, me libré de su abrazo y me encaminé al quirófano.

Allí estaba ella, con las mejillas sonrosadas y expresión de alivio. No podía creerlo.

-¿Te lo has pasado bien?.

Ella me miró, fingiendo no comprender.

-Digo que si te lo has pasado bien.

-No sé que quieres decir.- Balbuceó sin conseguir evitar un suspiro de satisfacción.

No lo podía creer.

-Será posible -conseguí decir conteniendo como pude las lágrimas que amenazaban con desbordar mis ojos.

-Tranquilízate, cariño. No sé de que me hablas.

Me fijé en su cuerpo. Sus músculos estaban relajados, pero el pecho latía con fuerza delatora. Era increíble. Negué con la cabeza, incapaz de hablar.

-He estado a punto de morir...- Ahí estaba la puntilla, la confirmación definitiva, se estaba disculpando.

-Eres una zorra -dije y me fui sin mirar atrás.

Seguro que el muy cabrón ni se había puesto condón.



FIN

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Jejejejejejjeej ejejejejejjjej El primero que venga con lo de Dios existe...
Por la viñeta del Semi-Dios Forges (semi porque creo que no le deben ir mucho las mamadas con barba) parece que lo está pasando Ud fatal Ignatius.¡Me alegro! ¡A seguir mal!

12:43 a. m.  
Blogger Ignatius said...

no sabe cuanta razón tenía, pero todo lo malo acaba y ya estamos en madrid...

6:46 p. m.  

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