mea culpa
Cuando un ser cercano fallece uno siente una extraña sensación de irrealidad, que se mezcla con el desconcierto, la pérdida y la pena. La vida sigue y, lo más curioso, es que tú sigues con ella. Te sorprendes cogiendo el autobús que te lleva al curro todos los días, repitiendo los gestos habituales y diciendo "aquí hay algo raro". Tu aturullada cabeza empieza a buscar en el disco duro y, de repente, lo recuerdas: "ah, coño, que se ha muerto". Entonces es cuando te atacan la irrealidad, la dolorosa aceptación y la sensación de pérdida definitiva.
Esto se repite día tras día. Tu vida sigue tal cual y tú caes en su rutina, consiguiendo olvidar por momentos la tragedia. Pero, inevitablemente, llega el instante en que te dices las dos frases (aquí hay algo raro y ah, coño, que se ha muerto) y vuelves a sumirte en el desamparo. Con el paso del tiempo, tu cerebro acaba por aceptar la situación. Es el momento en que superas la fase de shock. La frecuencia de estos lapsos de irrealidad empieza a disminuir y la tristeza por esa pérdida se convierte en un cachito de ti mismo, que te acompaña, ya más sosegadamente, el resto de tu vida.
En fin, llevo todo el día así. Me monto en el metro, oteo en busca de los cinco escotes más prometedores del vagón, me siento tras dos paradas, abro el libro entre bostezos y, de repente, noto que algo falla, que no es lo mismo. Entonces me digo: aquí hay algo raro y, después, en milisegundos, la terrorífica certeza. En el colegio, lo mismo. De charleta con los compañeros, revisando los libros de escolaridad de mis hijos, atendiendo alguna revisión postrera y, ZAS, "aquí hay algo raro"... Ah, coño, (terrorífica certeza) que Francia nos ha ortorizado.
Y, lo peor, es que esta vez ha sido por mi culpa. Ni superioridad en el centro del campo, ni mejor planteamiento táctico, ni mayor veteranía, ni somos unos lamentables, ni siempre lo mismo, ni pollas. NO ME TENÍA QUE HABER CORTADO EL PELO. Pero lo hice. Según me encaminaba a la peluquería, me asaltó la certidumbre: no vamos a perder ningún partido hasta que me corte el pelo. ¿Por qué lo hice entonces?
Lo fácil sería echarle la culpa al hijodeputa de mi jefe (el barbas). El barbas me hizo un ultimatum que venía a decir algo así como que la duración de mi contrato era inversamente proporcional a la longitud de mis cabellos (evidentemente, él no lo expreso así, pero no es el momento de hacer mofa de los iletrados y, sin embargo, hijosdeputa). En su momento, pensé en lo a gusto que estoy en mi cole, con mis compañeros, mis chavales, mis chavalas y viendo al barbas tan solo unas cuatro o cinco veces al año, sin demasiada interacción. Todos argumentos de peso para cortarme el pelo, máxime cuando llevaba yo barruntando la posibilidad de refrescar mi coronilla durante las últimas semanas. Pero, ¿qué importa un curro estupendo y una cabeza fresquita si en el otro lado de la balanza está la porculización de Francia?
Pero es tarde para lamentarse. Sólo quiero hacer pública mi vergüenza y compartir mi desolación.
Para animarme un poco, os diré que no todo fue malo. Enumero:
1) El gol de Zidane. Antes de que me acuséis de madridista infame (que lo soy), os aviso de que no voy por ahí. Bastante dura era la derrota como para soportar que el agorero de Javi se llevase la porra. El 1-3 acabó con sus esperanzas.
2) Voy a conservar el curro, a seguir vivo e, incluso, podría ser posible que en un plazo menor a los cuatro años consiga echar un polvo, ya que no tengo que cumplir las sucesivas promesas que fui profiriendo, desde el fatídico minuto ochenta y tres, a cambio del gol del empate (hacerme extensiones, donar mis dos riñones, celibato hasta el próximo mundial).
3) Valverde ganador del tour.
4) Más dura será la caída (Ucrania los funde en la final).
5) Campeones en Sudáfrica (y Raul pichichi).
Pd: aunque no tiene nada que ver con el post, sé que muchos sois fanáticos de los superhéroes, así que aquí tenéis el trailer de Superman.